lunes, 1 de noviembre de 2010

El rostro en el estanque: La historia de Eco y Narciso

     Cuando Júpiter llegaba a las montañas, las ninfas del bosque corrían a abrazar al festivo dios, y jugaban y reían con él en heladas cascadas y en frescos y verdes pozos.
     Juno, la esposa de Júpiter, que era muy celosa, con frecuencia espiaba por las faldas de la montaña, tratando de sorprender a su esposo con las ninfas. Pero cada vez que la diosa estaba a punto de descubrirlo, una ninfa encantadora llamada Eco le salía al paso y, entablando una animada conversación, hacía todo cuanto estaba a su alcance para entretener a la diosa mientras Júpiter y las otras ninfas escapaban. Finalmente, en una ocasión Juno descubrió que la ninfa había estado engañándola, y llena de ira estalló:
     -¡Tu lengua ha estado poniéndome en ridículo! -vociferó contra Eco-. ¡De ahora en adelante tu voz será más breve, querida mía! ¡Siempre podrás decir la última palabra, pero nunca la primera!
     Desde ese día, la pobre Eco sólo puede repetir la última palabra de lo que los otros dicen.
     Un día Eco descubrió a un muchacho de cabellos dorados que estaba cazando ciervos en el bosque. Se llamaba Narciso y era el joven más hermoso de la floresta. Cualquiera que lo mirara, quedaba inmediatamente enamorado de él, pero éste nunca quería saber nada de nadie, tal era su engreimiento .
     Cuando Eco vio por primera vez a Narciso, su corazón ardió como una antorcha. Lo siguió en secreto por los bosques y a cada paso lo amaba más. Poco a poco se fue acercando, hasta que aquél pudo oír el crujir de las ramas, y dándose vuelta, gritó: 
     -¿Quién está aquí?
     Desde detrás de un árbol, Eco repitió la última palabra:
     -¡Aquí!
     Narciso miró extrañado.
     -¿Quién eres tú? ¡Ven acá! -dijo.
     Narciso escudriñó el bosque, pero no pudo encontrar a la ninfa.
     -¡Deja de esconderte! ¡Encontrémonos! -gritó.
     -¡Encontrémonos! -exclamó Eco, y luego, saliendo de entre los árboles, corrió a besar a Narciso.
     Cuando el joven sintió que la ninfa se abrazaba a su cuello, entró en pánico, y la rechazaba gritando:
     -¡Déjame tranquilo! ¡Mejor morir que permitirte que me ames!
     -¡Me ames! -fue lo único que la pobre Eco pudo decir mientras veía cómo Narciso huía de ella a través de la floresta.
     -¡Me ames! ¡Me ames! ¡Me ames!
     Entre tanto, Narciso cazaba en el bosque, cuidando sólo de sí mismo, hasta que un día descubrió un estanque escondido, cuya superficie relucía como la plata. Ni pastor, ni jabalí, ni ganados habían enturbiado sus aguas; ni pájaros, ni hojas. Sólo el sol se permitía danzar sobre ese espejo.
     Fatigado de la caza y ansiando calmar la sed, Narciso se tendió boca abajo y se inclinó sobre el agua; pero cuando miró la lisa superficie, vio a alguien que lo observaba.
     Narciso quedó hechizado. Unos ojos como estrellas gemelas, y enmarcados por cabellos tan dorados como los de Apolo y por mejillas tan tersas como el marfil, lo miraban desde el fondo del agua; pero cuando se agachó para besar esos labios perfectos, lo único que tocó fue el agua de la fuente. Y, cuando buscó y quiso abrazar esa visión de tal belleza, no encontró a nadie.
     "¿Qué amor podrá ser más cruel que éste?", se lamentó. "Cuando mis labios besan al amado, ¡sólo encuentran el agua! Cuando busco a mi amado, ¡sólo toco el agua!
     Narciso comenzó a sollozar. Y, mientras se enjugaba las lágrimas, la persona del agua también se enjugaba las suyas.
     "¡Oh, no!", se lamentó el doncel. "Ahora adivino la verdad: estoy llorando por mí mismo! ¡Estoy suspirando por mi propio reflejo!"
     A medida que lloraba con más fuerza, sus lágrimas enturbiaban la cristalina superficie del estanque y hacían desaparecer el reflejo.
     -¡Regresa! ¿A dónde has ido? -gritaba el joven-. ¡Te amo tanto! ¡Al menos quédate y déjame mirarte!
     Día tras día, enamorado, estuvo Narciso buscando en el agua su propio reflejo. Lleno de pesadumbre empezó a enfermar, hasta que una triste mañana se dio cuenta de que estaba muriendo.
     -¡Adiós, amor mío! -le gritó a su reflejo.
     -¡Adiós, amor mío! -le gritó Eco a Narciso desde su caverna del fondo del bosque.
     Luego, Narciso exhaló su último suspiro.
     Después de su muerte, las ninfas del agua y las ninfas del bosque buscaron su cuerpo, pero todo lo que pudieron hallar fue una magnífica y bella flor escondida al pie del estanque en donde el joven había estado suspirando por su propia imagen. La flor tenía pétalos blancos y centro amarillo, y desde entonces, se le llamó Narciso.
     Entretanto, ¡ay!, la pobre Eco, desolada después de la muerte de su amado, no quiso volver a comer o a dormir. Mientras permanecía abandonada en la caverna, su belleza se fue esfumando; y se volvió tan delgada, que al fin lo único que quedó de ella fue la voz. Desde entonces, la voz solitaria de Eco se oye en las montañas cuando repite las últimas palabras que alguien dice.


Eco y Narciso

El árbol de Apolo: La Historia de Dafne y Apolo

     Un día, cuando Apolo, el dios de la luz y de la verdad, era aún joven, encontró a Cupido, el dios del amor, jugando con una de sus flechas.

     -¿Qué estás haciendo con mi flecha?- preguntó Apolo con ira-. Maté una gran serpiente con ella. ¡No trates de robárme la gloria, Cupido! ¡Ve a jugar con tu arquito y con tus flechas!

     -Tus flechas podrán matar serpientes, Apolo -dijo el dios del amor-, ¡pero las mías pueden hacer más daño! Incluso tú puedes caer heridos por ellas!

     Tan pronto hubo lanzado su siniestra amenaza, Cupido voló a través de los cielos hasta llegar a lo alto de una elevada montaña. Una vez allí, sacó de su carcaj dos flechas. Una de punta roma cubierta de plomo, cuyo efecto en aquel que fuera tocado por ella, sería el de huir de quien fuera herido por ella, se enamoraría instantáneamente.

     Cupido tenía destinada su primera flecha a Dafne, una bella ninfa que cazaba en lo profundo del bosque. Dafne era seguidora de Diana, la hermana gemela de Apolo y diosa del mundo salvaje. Igual que Diana, Dafne amaba la libertad de correr por campos y selvas, con los cabellos en desorden y con las piernas expuestas a la lluvia y al sol.

     Cupido templó la cuerda de su arco y apuntó con la flecha de punta a Dafne. Una vez en el aire, la flecha se hizo invisible, así que cuando atravesó el corazón de la ninfa, ésta sólo sintió un dolor agudo, pero no supo la causa.

     Con las manos cubriéndose la herida, corrió en busca de su padre, el dios del río.

     -¡Padre! -exclamó-: ¡Debes hacerme una promesa!
     -¿De qué se trata? -preguntó el dios, quien estaba en el río rodeado de ninfas.
     -Prométeme que nunca tendré que casarme! -gritó Dafne.

     El dios del río, confuso ante la frenética petición de su hija, le replicó:

     -¡Pero yo quiero tener nietos!
     -¡No, padre! ¡No! ¡No quiero casarme nunca! ¡Déjame ser siempre tan libre como Diana! ¡Te lo ruego!
     -Sin embargo, ¡yo quiero que te cases! -exclamó el dios.
     -¡No! -gritó Dafne y comenzó a golpear el agua con los puños mientras se balanceaba hacia delante y hacia atrás sollozando.
     -¡Muy bien! -profirió el dios del río-. ¡No te aflijas así, hija mía! ¡Te prometo que no tendrás que casarte nunca!
     -¡Y prométeme que me ayudarás a huir de mis perseguidores! -agregó la cazadora.
     -¡Lo haré, te lo prometo!

     Después de que Dafne obtuvo esa promesa de su padre, Cupido preparó la segunda flecha, la de aguda punta de oro, esta vez destinada a Apolo, quien estaba vagando por los bosques. Y en el momento en que el joven dios se encontró cerca de Dafne tembló la cuerda del arco y disparó hacia el corazón de Apolo.

     Al instante, el dios se enamoró de Dafne. Y, aunque la doncella llevaba el cabello salvaje y en desorden, y vestía sólo toscas pieles de animales, Apolo pensó que era la mujer más bella que jamás había visto.

     -¡Hola! -le gritó; pero Dafne le lanzó una mirada de espanto y, dando un respingo, se internó en el bosque como lo hubiera hecho un ciervo.

     Apolo corrió detrás de ella gritando:
     -¡Detente! ¡Detente!
     -Pero la ninfa se alejó con la velocidad del viento.
     -¡Por favor, no corras! -le gritó Apolo-. Huyes como una paloma perseguida por un águila; ¡yo no soy tu enemigo! ¡No te escapes de mí!
     Dafne continuaba corriendo.
     -¡Detente! -profirió Apolo.
     -¿Sabes quién soy yo? -dijo el dios-. No soy un campesino ni un pastor. ¡Soy el señor de Delfos! ¡Un hijo de Júpiter! ¡Cacé una enorme serpiente con mi flecha! Pero ¡ay!, ¡temo que el arma de Cupido me ha herido con más rigor!
     Dafne seguía corriendo, con los muslos desnudos al sol y con el cabello salvaje al viento.
    
     Apolo ya estaba cansado de pedirle que se detuviera, así que aumentó la velocidad. Las alas del amor le dieron al dios de la luz y de la verdad una celeridad que jamás había alcanzado; no le daba respiro a la joven, hasta que pronto estuvo cerca de ella.

     Ya sin fuerzas, Dafne podía sentir la respiración de Apolo sobre sus cabellos.
     -¡Ayúdame, padre! -gritó dirigiéndose al dios del río-. ¡Ayúdame!

     No acababa de pronunciar estas palabras, cuando sus brazos y piernas comenzaron a tomarse pesados hasta volverse leñosos. El pelo se le convirtió en hojas y los pies en raíces que empezaron a internarse en la tierra. Había sido transformada en el árbol del laurel, y nada había quedado de ella, salvo su exquisito encanto. Apolo se abrazó a las ramas del árbol como si fueran los brazos de Dafne y, besando su carne de madera apretó las manos contra el tronco y lloró.


     -Siento que tu corazón late bajo esta corteza -dijo Apolo, mientras las lágrimas rodaban por su rostro-. Y como no podrás ser mi esposa, serás mi árbol sagrado. Usaré tu madera para construir mi harpa y fabricar mis flechas, y con tus ramas haré una guirnalda para mi frente. Héroes y letrados serán coronados con tus hojas, y siempre serás joven y verde, tú, Dafne, mi primer amor.

Apolo y Dafne en fusión

sábado, 30 de octubre de 2010

Bienvenidos al Blog de Lengua y Literatura 1er año, 3ero y 1Cs

Estaré publicando información cada cierto tiempo sobre lo que iremos haciendo en clases. Les avisaré por todos los medios posibles cada vez que cuelgue información en el Blog. ¡Saludos!